En el norte de Ghana, de donde soy oriundo, es habitual que los arbustos ardan durante la estación seca. He visto grandes superficies de tierra labrada que se prenden fuego cuando los vientos arrastran cenizas de chimeneas o restos de cigarrillos que arrojan en los caminos. Como la vegetación está tan seca, una mínima chispa basta para iniciar un incendio devastador.
Así es como Santiago describe la lengua: «un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno» (Santiago 3:6). Una declaración falsa hecha por aquí, una murmuración por allá, un comentario maligno en otra parte, y las relaciones se destruyen. Proverbios 12:18 afirma: «Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina». Tal como el fuego tiene un lado destructivo y otro beneficioso, «la muerte y la vida están en poder de la lengua» (18:21).
Para que una conversación refleje la presencia de Dios en nuestra vida y le agrade a Él, que sea «siempre con gracia» (Colosenses 4:6). Cuando expresemos nuestras opiniones durante un desacuerdo, pidámosle al Señor que nos ayude a escoger palabras constructivas que honren su nombre.